Muy didácticamente, como lo solía
hacer en sus disertaciones e intervenciones, Chávez explicaba que la riqueza
súbita constituía la pista más evidente para detectar a los corruptos.
Durante un discurso en 2009, con
motivo del aniversario de la elección de los miembros de la Asamblea Nacional
Constituyente, el Presidente Hugo Chávez explicaba, sin ningún tipo de ambages
y términos leguleyos, la forma de identificar a una persona que pudiera estar
implicada en irregularidades administrativas contra el erario público.
“…Si yo, por ejemplo, en este momento
renunciara a la Presidencia de la República y, bueno, me voy. Dentro de un mes
o una semana o mañana mismo aparezco yo en Apure con un hato, yo que no tengo
una hectárea, ni nunca tuve. ¡Ah, Chávez ahora tiene un hato, mira las
camionetas que carga, mira y ahora anda en un avión! Chávez, oye, el tipo
compró allá en las islas del Caribe, por allá en cualquiera de ellas, ahora tiene
una mansión. Bueno, resulta que sin duda Chávez robó, se robó la plata del
pueblo. ¿Quién puede dudarlo? Mira, pero no hay pruebas. Las pruebas son sus
bienes, la prueba es su estilo de vida. ¿No es así, señor contralor, verdad?”.
Muy didácticamente, como lo solía
hacer en sus disertaciones e intervenciones, Chávez explicaba que la riqueza
súbita constituía la pista más evidente para detectar a los corruptos.
“Si él no demuestra de dónde sacó
dinero y de dónde saca dinero para sostener un nivel de vida de ese tipo, pues
Chávez tiene que ir a prisión, hay que decomisarle o quitarle todos los bienes
que adquirió.
¡Bueno, hagámoslo, hagámoslo!” La
misma receta también pudiera ser empleada en el caso de los empresarios
privados que corrompen a un funcionario público para obtener la adjudicación de
un “jugoso”contrato.
(Ciudad Ccs)
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