La
oposición venezolana reconoce implícitamente los logros de la
Revolución a nivel alimentario. En las declaraciones que la vocera del
partido derechista Voluntad Popular (VP), Isadora Zubillaga,
ofreció este lunes a los medios, acepta que Venezuela ha cumplido las
metas del milenio en seguridad alimentaria, puesto que ahora “un millón 500 mil venezolanos, según cifras del Instituto Nacional de Nutrición, come sólo dos veces al día”, cuando hace menos de un año el 27 de julio de 2012, el candidato perdedor Capriles aseguró durante una alocución que “4 millones de venezolanos se acostaban sin comer”.
Con
las palabras de Zubillaga, se reconoce, sin querer queriendo, el
triunfo del gobierno en materia alimentaria porque si esto fuera cierto,
ha logrado prácticamente un milagro en menos de un año. Como
dijo Capriles, de 4 millones de personas sin comer, ahora no sólo no
hay ninguna que no se alimente, sino que hay 1 millón y medio que comen
dos veces al día, lo que representa un éxito y un ejemplo a nivel
mundial.
El
hecho de que la dirigente opositora haya dicho estas palabras para
luego declarar su rechazo el premio de la Organización de Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) a nuestro país, con
el argumento de que importamos algunos alimentos, responde, en realidad,
al plan de desestabilización derechista, que obliga a todo opositor a
criticar cualquier medida que haga el gobierno revolucionario, aunque
esto sea un beneficio del pueblo venezolano, que ellos hipócritamente
dicen defender.
“Si
bien estamos de acuerdo con que Venezuela supere las metas del milenio,
consideramos que no puede ser merecedor de este premio un país que
tiene la escasez más alta de América Latina e inseguridad alimentaria”,
dijo textualmente Zubillaga.
Igualmente,
para rematar agregó: “Un millón 500 mil venezolanos, según cifras del
Instituto Nacional de Nutrición, come solo dos veces al día, al tiempo
que la propia dieta de los niños incrementa su obesidad y la aparición
de la diabetes”.
De
esta manera, se evidencia, una vez más, la inconsistencia discursiva de
la oposición, que vive contradiciéndose a cada paso. Así lo demuestra
este caso, en el que por su afán de rechazar el premio de la FAO,
terminan reconociéndolo.
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